Ahí te quiero ver, sí, estoy hablando contigo. Sé que no puedes más, que la rutina te agota, que los cambios te agobian, y que la gente te extresa, la vida te puede. Vale, bien, sí, esto es un problema, pero... ¿y qué? ¿te vas a quedar quieto viendo como el mundo pasa? Pues no, te vas a levantar una vez más, y vas a luchar. Pero, tranquilo, a mi no me tienes que demostrar nada, ni a mi, ni a nadie, te lo tienes que demostrar tú mismo. Que cuando estás mal, no tienes que quedarte en casa aislado del mundo, lo que tienes que hacer es plantarle cara a la vida, que frente a las adversidades hay que crecerse, no esconderte de la realidad. Esto funciona así, es bien simple: se trata de luchar, y nunca pararse a mirar atrás, porque si miras atrás, no consigues nada. Nadie va a luchar por ti si no lo haces tú, aunque eso se tarda tiempo en entender. No estás solo, pero a lo largo de los años te toca empezar a volar solo, como cuando te quitan los ruedines de la bicicleta y tienes que mantener el equilibrio para no caerte y ya no hay nadie que te sujete, sólo depende de ti y de la fuerza que le eches al momento para no caerte. De eso se compone la vida, de pequeños momentos que marcan con diferencia nuestro destino. Así que ahora vas a salir ahí fuera y vas a echarle dos cojones a la vida, ¿entendido? Vas a sonreír hasta que eso que tienes por sonrisa te estalle las putas mejillas. Y me vas a prometer que nunca jamás volverás a mirar atrás, que vivirás tu presente como algo extraordinario y que aprovecharás las oportunidades que te brinde la vida sin desperdiciar ninguna. Hoy vas a empezar a vivir. Sal ahí fuera, el mundo te está esperando.
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